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Covid y yo

Claudio Guerrero M, adoptado Iquiqueño, Magallánico de por vida

Fecha: Sábado 24 de octubre de 2020

"Las opiniones escritas y vertidas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan el pensamiento del Diario Digital Al Filo de la Noticia".

Mucho se ha hablado del nefasto COVID 19, desde que se hizo presente en nuestro país a partir de marzo del 2020. Al principio tomamos las previsiones propias de algo que pensábamos se instalaría por solo unos meses y que equivocados estábamos; ya nos acercamos a navidad y la situación en vez de cambiar empeora. Muchos de nuestros adultos mayores llevan ya más de 10 meses encerrados en sus casas muchas veces completamente solos; es probable que no mueran de COVID pero si de tristeza. Este virus no solo tiene la particularidad de ser contagiado en forma asintomática o real terminando entubado en un centro clínico; eso nadie lo sabe y es una suerte de ruleta rusa contraerlo. Aparte del daño a la salud se ha encargado paulatinamente de destruir lo que conocíamos como contacto social .Paulatinamente se ha instalado en las familias haciendo aflorar los temores más oscuros convirtiéndose en una amenaza tanto al que está sano como al que está o estuvo enfermo. Las relaciones sociales se han reducido a un contacto con los codos y nos hemos tenido que olvidar del calor de una estrechez de mano o el sentimiento de un sincero abrazo que nos caracterizaba socialmente como humanos. Nos ha hecho llegar a segregar o discriminar a quienes fueron positivos o tienen amenaza de llegar a serlo. Nos ha enseñado a que la soledad por el distanciamiento en el minuto inmediato es el mejor remedio; no pudiendo volver a festejar simples cumpleaños o reuniones de amigos y familiares que siempre calentaban el alma, se han disuelto familias ,matrimonios y parejas en bien de la protección común bajo esta amenaza. Es incalculable pensar cuantos nos salvaremos o nos marcharemos a causa del contagio ,pero lo que si es cierto que el día que esto termine lo que quedará como secuela será una gran soledad ,porque en el camino se habrán producido fracturas emocionales tanto o más perjudiciales que el virus. Por naturaleza somos seres sociales y de piel , esta nefasta pandemia de una u otra forma nos está matando silenciosamente a cada uno por dentro. Es probable que un año más podamos empezar a ver la luz al final del túnel, y como el rompecabezas que quedó desarmado en el camino deberemos unir las piezas para reconstruirnos y tratar de recuperar el tiempo perdido en esta horrible pandemia. Todos aprendemos del dolor y el temor y será una buena oportunidad para refundarnos intentando ser esta vez mejores personas. Olfateamos con más intensidad las flores, respiraremos el aire del mar como si fuera el último, valorizaremos tomar la mano de la amada como si fuese una bendición de Dios, tendremos más oído y tiempo para nuestros niños, valorizaremos caminar libremente y sin prisa, los abrazos serán más sinceros y del alma, no nos ahogaremos por pequeñeces, miraremos a nuestros ancianos como si fuese el último día con ellos ,no discutiremos con nuestras parejas por pequeñeces ante el solo placer de poder ver con paz la mirada de sus ojos, nos resultara con mucha facilidad dejar el ego para decir un simple “ te quiero” o tal vez un sincero “lo siento” .Aprendimos que la vida es corta e impredecible y que nuestro mayor tesoro es el tiempo y de qué forma le damos uso a él. Son tantas cosas las que aprenderemos a valorar cuando esto acabe. Y son tantas las que habremos perdido y deberemos reconstruir quizás como una lección de que siempre hay tiempo para ser feliz y de una forma mejor. Volveremos a vivir pero en un formato mucho más simple que se encierra en las palabras “saber vivir”, cargando una mochila mucho más liviana sin cosas materiales pero sí más cargada de aquellos sentimientos que aprendimos a valorar en el camino. Cargaremos el verdadero tesoro al que debemos aspirar tener y conservar…..la familia. Queda muchísimo camino por recorrer y aún más cosas oscuras que ver, en esto en que se pondrá a prueba toda nuestra ya alicaída condición emocional pero no olvidemos en ningún momento que Dios coloca las pruebas más fuertes solo a quienes son capaces de superarlas.

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